La viñas ya están vestidas de olor al verano. En las huertas se muestras recoletas y airosas dejando acariciar sus granos con el sol de julio. Como musas que juegan con nuestra mirada haciéndonos sucumbir ante ellas y bajo su sombra en los días de la canícula. Reunión de amigos y de parientes entorno a una mesa con la sueva brisa de la tarde. Nada está escrito todavía porque la cosecha aún no ha llegado, pero las esperanzas bullen frente al productor que vive cada día al acecho de que nada ni nadie le robe la virginal esencia de su obra. Poco queda ya para ser cómplices de ese misterio convertido en sorbos placenteros de lucha y de creación.