Le suelen llamar «el pintor de la luz» y es cierto. En sus obras refulge la sonrisa del sol valenciano imprimiendo las huellas de sus mujeres y niños sobre la arena caliente. Cuerpos que nacen de la brisa y de la pesca y donde la policromía de sus tonos no daña a la vista, mas bien la seduce. Joaquín Sorolla, pintor valenciano, impresionista, postimpresionista y luminista (1863-1923), es una de las figuras representativas del arte natural y valiente. Sin límites es sus formas y donde la naturaleza humana es la dueña del pentagrama de sus trabajos. El aire fresco y la espuma del mar, los pescadores y las madres, sobre todo las madres con sus hijos. Encuadres de una sensibilidad prodigiosa que desde sus manos nos regalan al contemplarlos. Perderse en su luz es volver a encontrar la luz de la vida y de la propia existencia, sin bordes, amplios y frescos, insinuantes y atrevidos, nostálgicos y reales como la vida misma en todas sus manifestaciones.