«La planta del bambú es el oro verde del pobre». Pertenece a uno de los cuatro nobles o caballeros (plantas emblemáticas) que han sido utilizados en la pintura china desde tiempos de la dinastía Song (960-1279). Al plantar la semilla del bambú el agricultor no se queda frente a ella porque sabe que es una planta de crecimiento lento, que necesita su tiempo para desarrollarse. Igual que la amistad, la sabiduría y el amor. No podemos saltarnos las etapas de la vida. No debemos pretender «hacer» sin pasar por todo el proceso que nos llevará a «ser». Siete años demora el bambú para que solo crezcan sus raíces desde la semilla. Después, en seis semanas, la planta crece 30 metros. El bambú es sabio y nos enseña la importancia de estar preparados para lo que vendrá; sea bueno o sea malo. Su caña es tan resistente que hasta se utiliza para hacer puentes sobre los ríos de Asia. Un gran trasmisor espiritual con el sonido de sus tallos movidos al viento. Junto con los otros tres caballeros conforman las cuatro estaciones del año; el ciruelo (invierno) orquídea (primavera), bambú (verano) y crisantemo (otoño). Tagore, filósofo y escritor hindú nos deleitó siempre en sus narraciones con la figura de este árbol emblemático de la India y bajo los cuales daba sus lecciones a los niños cuando era maestro de escuela. Termino este artículo con una de sus pensamientos; «En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante y detrás del velo de cada noche hay una aurora sonriente» Merece la pena pensar un poquito en ello.