¿Qué bonito es ese banco? Sencillo y lleno de memoria. Ahí donde los pajarillos se posarán después de que alguien se levante para no estropear su misterio. Comenzamos una nueva estación y lejos del bullicio político, los sinsabores de los impuestos y las reacciones de quienes todavía no han sabido valorar en la vida todo lo que poseen, miro atrás y rememoro con ilusión y fantasía momentos imborrables. Me instalo en él o en cualquier otro banco del parque para ver cambiar el follaje de los árboles. Para sumergirme en mil ideas que ya barruntan por mi cabeza intentado darles formas y descubrir nuevos anclajes de la vida aprendiendo de sus enseñanzas. Bajo mis pies todavía se escuchan los sonidos del mar y se duermen las noches de estrellas den las Cañadas del Teide y recibo al sol de otro otoño con el registro de nuevas sensaciones y el misterio de nuevos retos por vivir. En esta época de terminación encuentro un nuevo renacer desde los desnudos árboles del parque y las mañanas frescas de mi ventana. Pero prefiero quedarme aquí sentada viendo caer esa lluvia dorada y sintiendo la brisa renovada de un tiempo que aunque parezca moribundo y triste conjuga todo el encanto de la madurez y la mesura de un tiempo por vivir.