Nos encontramos en el futuro convertido ya en presente. Hacíamos cálculos de que todo lo que hoy invade nuestra vida estaba lejano pero no es así. El tiempo discurre como una culebra silenciosa entre nuestros pies y nos confirma una vez más que las personas no se escuchan unas a otras, porque en realidad no se oyen unas a otras. En esta sociedad en la que el otro siempre es una amenaza, donde hay más preguntas que respuestas y en la que los problemas superan a las soluciones, surgen las voces de aquellos que ponen sonido a la ira de los excluidos y nos advierten de muchas de nuestras equivocaciones. Pero seguimos haciendo oídos sordos y creando discursos vanos porque la acción se demuestra con el movimiento y no solo con las palabras. Condicionar mediante amenazas es la prueba de que todavía no hemos sido capaces de salir de las tribus de la no evolución.