Cuando la tarde se achica

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El rumor de tu cala me ensordece y me tienta a surcar nuevos paisajes. Cuando la tarde se achica la luna aparece más temprano y su destello me desvela. Estamos ya metidos de lleno en otoño y Octubre acecha desde la esquina de mi puerta. No se atreve a entrar todavía porque es muy respetuoso, calmo y sereno. No le gustan los sobresaltos y se complace en resaltar la magia de las tardes cortas y frescas junto a los días despejados y luminosos. Ya los jardines renuevan sus vestuarios y las esperas se hacen collares en el tiempo de las cosas, de los recuerdos y de los minutos. Hay que aprovechar los días porque la luz es poca pero las noches cubren de aroma esas enredaderas perennes que emanan su olor como el jazmín. No hay esquinas en sus tardes porque pasamos del día a la noche en un abrir y cerrar de ojos. Pero en el filo de sus cielos estrellados renacen constantemente esas sábanas de luz que cubren al mar de las calmas.

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