A ese pintor venido de ninguna parte que se instala en nuestra retina para decorar el mundo que ven nuestros ojos. Esa natural belleza de las cosas sencillas a la vez que efímeras pero que nos dejan una huella imborrable en el recuerdo. Lluvia frente a mi ventana que limpias las hojas de esas plantas sedientas de ti y que algunas veces te comportas como un ser endiablado destrozando todo a tu paso. Pero la lluvia no es solo eso, es mucho más que eso. Es el cristal donde las estrellas hacen sus senderos para alcanzar el rostro de la luna. Donde esa gota exhausta se desliza por el cristal escribiendo mi nombre y desde la cual esas nubes se alimentan para cubrir nuestras cabezas. Es maravilloso ver llover, pero más todavía es poder dejar acariciarse por la fresca textura de sus frágiles gotas.