Como bien dirían los franceses «limerence», que es el encaprichamiento por algo o por alguien de lo que se está enamorado. Esa intrusión en el otro o en ese mundo al cual accedemos y nos hace convertirnos en las personas más dichosas del mundo. Pero no hablaremos de amor entre hombre y mujer, lo haremos entre el amor que se siente por algo que realizamos por placer y que nos llena plenamente. Dedicamos horas y horas a trabajar esos pequeños objetos que a simple vista no parecen importantes por su tamaño, pero que llevan el peso de nuestro esfuerzo, amor y dedicación. Me refiero a las miniaturas. Un mundo complejo y sutil al que solo se accede si de verdad amas lo que estás haciendo. Las manos trabajan y el corazón pule sus esquinas dándoles la forma deseada guardando siempre esa realidad que lo hace único. Sentimiento, constancia y sobre todo paciencia, mucha paciencia. Al final podremos tocar con nuestras propias manos todo un mundo de encanto en el que no cabe lo que está fuera de lugar.

Museo de las Miniaturas, Lyon, Francia.