Es bonito recordar aquellos días en los que «casi todo» era posible con apenas el chasquido de los dedos. Ahora recordar es como volver a lugares, encontrarnos con personas y absorber el aroma de los instantes bañados de olor y que a través del tiempo siguen conservando su perfume. Los sueños son una de las mayores riquezas que posee el hombre y que no valoramos mucho. Entre los garabatos de mis libretas se escurren a veces chispas de tiempo que me hacen reír, pero otras no. Ilusiones dormidas al abrigo de un sol que las mantiene siempre vivas. Me condicionan en ese tiempo casi irrecuperable de la vida donde ya no les dedicamos la atención que deberíamos. Empecemos a hacer lo necesario, después lo posible y de repente nos encontraremos haciendo lo imposible eso es: soñar. Aquello que veíamos tan lejano y que ahora podemos tener. Porque los sueños jamás desaparecen siempre que las personas no los abandonemos. Hoy recuerdo días como los de la imagen donde la ilusión, la inocencia, el espíritu de aventura viajaban como esos peces de colores haciéndonos crear puentes en nuestra imaginación para vivir en mundos maravillosos donde nunca la noche ha vencido a un amanecer o un problema a la esperanza. Vivir los sueños (no vivir de sueños) es crecer, comparar y nutrirse de las experiencias más ricas de la vida. Todos podemos alcanzarlos y hoy yo vivo mi sueño. Un sueño que intenta posarse como una gaviota con la fuerza que siempre me diste porque creí en ti.