Las puertas de la ciudad permanecen abiertas siempre, día y noche, para todos aquellos que desean entrar en la ciudad de Jerusalén. Desde la piedra más antigua del templo hasta el vuelo del cormorán que surca su cielo. Todo habla de él y sin embargo es esa gran desconocida. Una ciudad vieja y otra exultante de bullicio y progreso donde sus gentes se abran para allanarte el camino o simplemente y con una sonrisa desearte «Shabat Shalom» cuando comienza el shabat y la ciudad se duerme en ese remanso de paz del descanso. No hay ciudad como Jerusalén porque todavía es esa gran desconocida al mundo y desde la cual el mundo parte sin remisión desde sus comienzos. Callejear o degustar una buena comida casher es un buen comienzo para presentarnos a ella. Luego esa ciudad religiosa por antonomasia nos indicará el secreto que esconde en el todavía renacer del mundo.
Haifa se abre al mediterráneo con el azul de su manto y la llamada de sus mezquitas. Todo cabe en Israel desde el norte hasta el sur. Desde sus desiertos hasta su ríos y lagos. Sobre el renacer de cada día de sol o frente a hechizo de sus lunas en las playas de Tel Aviv.
Como hemos abierto esta introducción decimos que Israel es una puerta abierta al mundo y a las naciones. Todo es cuestionable pero también es probable, únicamente hay que traspasar el umbral y entenderlo.