Comienza el verano a hacer su equipaje de nostalgia frente a las cosas de Tenerife. Todavía quedan días de sol y «veranillos de San Martín», pero la luz nos enseña el decrecer de sus días y el frescor de sus tardes. Negro lava hay en las piedras que remontan el castillo de Garachico para culminar con el blanco de su campanario. Nada se esconde bajo las nubes de un cielo calmo pero con pesar discreto que emula el final de un agosto resplandeciente y rico en experiencias. Principio y final de un periódo en el que, sin ser demasiado conscientes de ello, ha modelado nuestra existencia creándonos nuevos retos y delicados compromisos. Hacer camino es creer en nosotros y en nuestras fuerzas. Aunque no estemos seguros porque de la confusión también nace el valor y de las decisiones se tejen los hilos de nuestras esperanzas.