El síndrome del desgaste profesional y laboral es el causante de muchos de los problema que la sociedad ha ido adquiriendo involuntariamente. Esa nueva pobreza en la que ya estamos instalados todos sin escapatoria porque la falta de tiempo nos consume. Y en parte también tenemos algo de culpa ya que cuando disponemos de unos días de asueto y diversión nos sentimos culpables por no hacer nada. Queremos tener mucho más de lo que en realidad necesitamos y eso se convierte en una trampa mortal en nuestras vidas. Descuidamos a quienes nos necesitan y no encantamos en cosas banales que nos hacen ser lo que en realidad no somos ni tenemos. «La salud es la que da valor a todos los ceros de la vida y sin embargo la descuidamos». Marchamos hacia un bourn-out generalizado sin percatarnos apenas de que ese plan de vuelo no va estructurado correctamente y quizás tengamos que realizar algún aterrizaje forzoso para salvarnos. ¿Hay necesidad de ello? Preferimos descubrir desde el sillón de nuestra casa y con los programas virtuales que nacen como rosquillas. No somos capaces ya de coger un mapa de papel y diversificar nuestro tiempo libre dejando las huellas de nuestros pies en los rincones del mundo, de la ciudad, del pueblo o de esa calle por la que pasamos todos los días y no sabemos ni cuantas librerías tiene. Y quiero dedicar este momento a quienes han sido capaces de desterrar la monotonía, desanclarse de la comodidad y antes de llegar a un destino estar creando ya el siguiente.
«Mantén las manos abiertas y todas las arenas del desierto podrán pasar a través de ellas. Mantenlas cerradas y todo lo que podrás sentir será un poco de arena»