
Rafael Barreto, Jerusalén.
Crepúsculo, resplandor que antecede al ocaso y al alba. Esa luz que condensa toda la esencia de algo que termina y que después renacerá de nuevo. El principio y el fin de toda existencia y que muy pocas veces nos sorprendemos con ello. Las granes urbes no nos permiten disfrutar de esos momentos debido a la iluminación, a las prisas y al poco tiempo que dedicamos a descubrir. No llegamos ni a conocernos a nosotros mismos porque siempre estamos condicionados con el entorno, con el que dirán y con las ultimas tecnologías. Pasamos por la vida como un tren de alta velocidad sin paradas y sin en algún momento tenemos que hacerlo nos sorprendemos y también nos despistamos un pco por nuestra falta de costumbre. Una tarde, en algún momento y en algún lugar alguien quiso inmortalizar ese crepúsculo. Sobre los tejados de las casas el sol cansino de una tarde en Jerusalén propició ese encuentro con el objetivo de una cámara. Nada más bello cabe por decir.