El mar se enamora del sol y no permite que se vaya en esta tarde diciembre. El Teide mira con cierta nostalgia esa lucha del astro rey por no sumergirse totalmente en las aguas. Todavía no hemos atravesado la frontera del invierno y aunque las nieves ya hicieron su presentación en las cumbres la naturaleza nos regala días e extraordinaria belleza. No hay escondite en el mundo para que el día no muera porque siempre esta el mañana a la vuelta de la esquina. Morir para nacer de nuevo y eso es lo realmente hermoso. No se para el tiempo aunque intentemos detenerlo porque la exactitud de su existencia no es apreciable a la mente humana ni tampoco a los instrumentos que utilizamos para hacer que este se detenga. Igual que la fina cuchilla de una navaja nos describe los dos lados de la vida, lo mismo se nos muestra cada ocaso cuando el alba lleva milésimas de segundos gestando su renacer.