La naturaleza es sabia y muy inteligente. El cambio climático nos advierte a la vez que nos amenaza por el terrible despropósito que la humanidad está teniendo con ella. Somos tontos al creer que con algunas medidas hechas a la mano de algunos podremos evitar el deterioro de esa natural belleza de los mares, los montes los pantanos y sobre todo nuestras costumbres, Eso es lo más difícil ya que cuando nos acostumbramos a algo nos cuesta demasiado cambiar, aunque estemos equivocados y sepamos que lo que hacemos no está del todo bien. ¿De que le sirve al hombre crear nuevas propuesta para producir ese efecto boomerang que poco a poco ya no podemos controlar y se nos deshace como cenizas entre las manos con la bondad de la naturaleza con la raza humana? No somos críticos pero si que criticamos a los demás por no darse cuenta a tiempo y es que los más ciegos que estamos somos nosotros mismos con nuestras sentencias y nuestras rencillas. La falta de agua seca nuestro futuro y contamina nuestra existencia produciendo efectos devastadores sobre el ciclo natural de la vida. Los inviernos no encuentran su idiosincrasia y en los veranos llevamos todos puesta la primavera de los pólenes y los incendios. Los temporales y las maras no se coordinan mientras que la contaminación se instala en las ciudades y no solo por exceso de humos sino por defectos de previsión a la hora crear más zonas verdes, cuidar el paisaje y dejar que la naturaleza haga su papel como lo ha hecho siempre. Queremos ser más listos que esa sintonía en la que todos estamos metidos pero que nadie es el dueño y manipulador de nada. Los pantanos se escriben con la palabra «agua» , igual que las flores con la palabra «abeja». El mar se enorgullece de ser el dueño y señor de los océanos y en ellos se encuentre en parte la clave de que el planeta siga existiendo. Los eslóganes nos comprometen, ya es hora de ponerse a la tarea.