A veces las ciudades nos sorprenden pues cuando creemos que estamos en una ciudad como Jerusalén tan llena de lugares emblemáticos por la confluencia de culturas y de religiones, nos sorprendemos al ver un molino en una de sus calles. Bonito resulta tal motivo ya que donde nunca hubiésemos creído encontrarnos con ese «gigante» con el que nuestro ilustre hidalgo don Quijote de la Mancha tantas veces nos deleitó.