Ayer celebrábamos la noche de San Juan con toda la euforia que en la actualidad le hemos puesto. Nada se escaba a la hora de masificar playas con cientos de personas hambrientas de fiesta. La noche más corta del año en el hemisferio norte. Entre brasas, botellón y alguna que otra contienda hemos despertados con las consecuencias de una noche loca. Basura y mal cuerpo por no haber dormido. Pero es solamente un día en el año en el cual queremos desprendernos de lo malo y comenzar el verano con nuevas expectativas. Días de sol intenso se avecinan a nuestro cielo y temperaturas que ya casi no caben en el termómetro. Consecuencias del cambio climático que no sabemos hasta donde nos llevarán. Necesitaremos aire para seguir caminando y haciendo cosas. Y nada mejor que un buen abanico para refrescarnos en esas horas tórridas. Originario de Oriente y de fabricación delicada tiene sus antecedentes en el flabelo egipcio. Por la festividad de las antorchas la bella Kau -Si hija de un mandarín, sofocada por el intenso calor se quitó el antifaz y se ventiló la cara ante la sorpresa de todos los asistentes. El abanico ha sido relacionado con el elemento «aire» y también lo aéreo y lo celeste.