La barca espera descansando sobre la tierra. No tiene prisa porque sabe que tarde o temprano el hombre reacciona y se pone al timón. Pero cuantos lo habrán hecho ya y sin embargo todavía permanecen anclados a tierra. ¿Sabemos realmente quien es el que maneja nuestra barca? A veces si pero la mayoría no y se dejan llevar por la corriente de la vida sin mirar a ninguna orilla y tampoco bajar a mojarse los pies en sus aguas. Somos los únicos capitanes de nuestras barcas y no lo sabemos. Con ellas el mundo puede ser recorrido y los muros de la discordia pueden ser derribados. Cuando nos aferramos fuertemente a ese timón ya nada ni nadie nos harás volcar. El viento esta a nuestro favor y las estrellas siguen cada día marcándonos el camino. ¿Qué más necesitamos? Hay suficiente en el mundo para las necesidades de los hombres pero no para la avaricia. En esa conservación del estado de armonía entre el hombre y la tierra. Entre los pueblos y con sus gentes se encuentra el verdadero equilibrio para que ese mástil no caiga herido sobre la superficie del mar y sus velas no se rasguen por la codicia. Mientras nuestra barca espera sobre la tierra habrá una chispa de esperanza para la humanidad. Un cabo fuerte atado al puerto más propicio. Imagen RB desde Jerusalén.