A veces necesitamos comprobar una y mil veces el porqué de las cosas. Aunque parezca tan cierto que ni nos lo llegamos a creer. Y es que cuando una cosa no requiere de la más mínima cuestión la verdad nos viene dada. A través de esa ventana es elocuente que estamos en un coche, parado o no, y que al otro lado se nos muestra la imagen tal y como es en realidad. Pero en algunas ocasiones la verdad es tan elocuente que hasta raya con lo irreal y nos confunde. Todo depende del prisma por el cual nos haya tocado mirar. La vista engaña pero las razones ciertas distan mucho de ese error. Ser elocuente es ser real, cierto, verdadero. Aunque existan adornos que nos lleguen a hacer titubear. Tras la verdad nada se esconde porque para ella los muros no existen y aunque de momento parezca que no es cierta, el tiempo siempre pone las cosas en su sitio y la verdad se enciende.