La vida es una constante de subidas y de bajadas. A veces nos parece que todo se vuelve contra nosotros pero en esos entresijos se fermenta lo que un día podremos llegar a ser. Igual que el mar. Siempre es el mismo pero a su vez se nos presenta de diferente manera. Y sigue siendo él. Ese brujo que nos enamora y que nos consuela. Que nos hace viajar y también que nos da miedo. Como las olas se retuercen sobre otras olas creando esas faldas de volantes de encaje que las hace únicas. Es el mar. El mismo siempre. El que amanece frente a nosotros y con los años se nos va haciendo más amigo, más cómplice de esas virulencias que la vida nos presente. 1955 puede ser un año que, unido a ese signo de aire de octubre se revuelca hoy frente a mi costa susurrandome un nuevo comienzo en este claro despertar. Estaremos pendientes de que ese vaivén sea cómplice de muchos proyectos por vivir.