Donde no habita el olvido

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El antiguo centro de Jerusalén se desarrollo sobre el año 3.000 AC en el monte oriental, ahora conocido como «La Ciudad de David». Su transformación del asentamiento temporal a uno permanente se llevó a cabo en el soglo XIX A.C. Se menciona a la ciudad en las Cartas de Amarna, encontradas en Egispto y datadas como pertenecientes a la primera mitad del siglo XVI A.C. Durante ese periódo Jerusalén fué una ciudad olvidada en el extremo del Imperio Mameluco, sin ningún valor estratégico. Durante ese tiempo su importancia fué como lugar sagrado para el islam y así creció hasta convertirse en el lugar más sagrado para los musulmanes.  Solimán el Magnífico construyo los muros de la ciudad antigua y renovó la Ciudadela de  la Torre de David.

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Hoy Jerusalén es una ciudad que no duerme porque la vida fluye por sus arterias y hace de su idiosincrasia el verdadero motivo para que el olvido no se instale entre sus calles, gentes y su historia. Desde ahí y para el mundo todo es un comienzo tras una final, porque la vida esta rubricada con ese misterio.

 

 

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