«La vida es demasiado importante como para tomársela en serio» decía Oscar Wilde (1854-1900). Vivimos en un mundo cada vez más individualista, unos políticos cada vez más ensimismados en obtener el poder y un futuro cada día más incierto. Nos estamos tomando a la ligera muchas cosas que pasan junto a nosotros y siempre pensamos lo mismo «ya lo haré mañana, tengo tiempo». No, el tiempo tiene caducidad como las medicinas y los alimentos. Como la vida y las ocasiones. El agua que corre por nuestras manos siempre será agua pero no la que ahora mismo sentimos. Figurantes y figurines es lo que hoy transita por calles, y redes sociales y cada día estamos más invadidos por ellos e indudablemente más solos. Monarcas que más que reinas son top-model. Queremos vivir en un conservadurismo social y cada día lo estropeamos más saltando esas barreras que nos hacen distintos para así poder sentirnos mejor. En ese halo por ser más admirados se escurren multitud de señas de identidad que a la larga ya no volverán. Lo mismo que el collar que se rompe y sus cuentas se desgranan a nuestros pies. Lo mismo que el vino que entra y nos hace ser diferentes, seguros y magníficos, pero que despues ya nada será lo mismo. No se trata solo de olvidar problemas. Significa que en cada uno de esos problemas hay un yo que se resiste a abandonarnos mientras no seamos capaces de ponernos a nuestro nivel. Y termino con otra frase de oscar Wilde que lo definiría bien «Todo aquel que es incapaz de aprender decide enseñar»