
La solitaria palmera mira al encrespado mar de enero desde la costa de Martiánez. Las oscuras nubes entristecen el paisaje no descuidad su belleza en gris y blanco.

Hegemonía y sutileza que contrasta con la bravura del cielo y que siempre encuantra el lado esperanzado de toro día por venir. Durmen las tardes de sol pero no ignoran que tras la tormenta siempre llega la calma. (Lago Martiánez, Puerto de la Cruz, Tenerife)