
Esperanza fué una divinidad honrada por los romanos. Era la hermana del sueño que da tregua a nuestras penas. El hombre ha tenido que vivir junto a la tragedia y el desastre en muchos momentos de su vida. Nuestra propia voluntad es la que nos predispone a tener esa esperanza que nos alienta en los momentos de miedo. Fuimos creados con esa habilidad de elegir y poseemos la dignidad de tener voluntad propia. No es momento de increpancias ni tampoco de diferencias. Estamos todos en ese barco verde de la esperanza porque lo que estamos buscando es precisamente los que nos busca a nosotros; erradicar esta crisis sanitaria que nos hace mirar al frente creando lazos de unión para afrontarla. En esta batalla por la vida ya son muchas las vidas que vamos contando recuperadas. Ya son algunos nacidos que nos dan más fe en la clase médica que se deja la piel entre pasillos, y unidades de aislamiento. Hay que saber esperar cuando se está desesperado y andar cuando se espera porque la verdadera esperanza del ser humano es su razón de vivir. En ese espejo colgado en el futuro hay que saber mirar sin nubarrones y con mucha luz porque la necesitaremos para no perdernos en esa aventura de poder recuperar hacia la vida al que cae o está solo. Al que llora y al que nos presta sus manos para hacer más soportable la jornada de trabajo. Todos somos necesarios. El primer paso para el éxito es, sin lugar a dudas, negarnos a ser cautivos de nuestro entorno.