
A pesar de el maratón de noticias y muestras de solidaridad por parte de las personas hay muchos que hoy se sienten solos. Dejando pasar las horas ante la incertidumbre que acecha en cada rincón de la ciudad, del pueblo, del mundo. Nos hemos sentido más unidos que nunca pero una vez pasado el momento de salir para hacer las compras necesarias volvemos a sentir de cerca esa soledad impuesta . Pero la soledad también hay que mirarla y vivirla como una experiencia que nos permite ahondar en nuestro interior y conocernos un poco más a nosotros mismos. Ese estado de la experiencia que ha estado siempre señalado por la sociedad como algo negativo. Pero esa misma sociedad desigual a la que pertenecemos es el resultado de que hoy exista más soledad que nunca. Nos hemos aislado de tal manera que ni tan siquiera somos capaces de sacarle provecho a esta experiencia de estar solo. Y todo eso revierte en nuestra manera de ver el mundo y también de esa falta de exprimir lo que la soledad nos puede aportar. Es la sabia docencia de que en su silencio puede llegar a poseer muchas lecciones maravillosas. Esa grandiosa fragilidad con su ingrediente clave que es la creatividad. Y para eso no hacen falta grandes esfuerzos. Su silente voz nos acompaña aunque no queramos porque no estamos del todo solos, nos tenemos a nosotros mismos. En el hastío de esta sociedad cosmopolita que nos ha condiconado a aprender de un zarpazo en esta cuarentena que vivimos. Aislados de todo lo cotidiano estamos aprendiendo a ser nosotros y a mirar al mundo desde dentro. Hacerla nuestra compañera será un paso definitivo hacia nuestra realización como personas y un puente para llegar a ser mejores. Porque saber estar solo es una virtud.