
Querer correr mucho más que el tiempo es un error imperdonable además peligroso. Hoy queremos controlarlo todo demasiado y quizas por eso nos adelantamos a los mayores fracasos. Pero no siempre actuamos razonablemente y ponemos en peligro a los demás sin ser conscientes de ello. Todo sucede en el momento que tiene que suceder y aqunque no nos guste mucho hay que saber esperar. Tras el confinamiento estamos desesperados por volver a tomar aquella vida que se quedaba un día parada frente a todos y bajo el silencio instaurado de una alarma sanitaria. No sabiamos bien a lo que nos enfretábamos pero debíamos esperar. A traves de los cristales de nuestras ventanas hemos visto pasar las horas, los días y hasta a muchos de nuestros amigos o familiares que se fueron de nuestro lado. Pero en esa carrera contrareloj en la que se intentaba frenar la pandemia y evitar más fallecidos nadie se cuestionaba ese tiempo perdido, esa vida interrumpida o ese proyecto que empezaba a marchar. Esa sí era la carrera del tiempo justificado porque no teniamos otro tiempo mejor para aplazarla. Pero como decía al principio cada tiempo necesita de su tiempo para realizarse. Unas veces el reposo y la revisión de todos esos momentos que deben ir sucediéndose paulatinamente ya que el siguiente no es posible sin el anterior. Somos tan indefensos que ni siquiera podemos hacer un pulso a ese reloj que nos condiciona porque no es nuestro ese paso adelante sino la manera de seguir paso a paso. No hay tiempo sin demora ni tampoco demora sin tiempo.