En la libertad de aprender opera un todo armónico en su movimiento. Esa palabra «todo» significa sagrado, por tanto aprender, actuar y meditar son sagradas y la belleza está en ella misma y no más allá de ella. La belleza es un acuerdo entre el contenido y la forma. Desde ahí podemos sumergirnos en la inmensidad del pensamiento, en esa respuesta del pasado que va desde hace un segundo hasta el infinito. Cada segundo es nuevo y en la continuaidad del pensamiento no hay nada nuevo por eso hay que saber descubrir sin clasificar y senir sin pronuciar. Solo así llegaremos ver lo que realmente es.