Cuanta vanidad se pavonea hoy por calles, televisiones y congresos. En resumidas cuentas que hay mucho vanidoso/a a la vuelta de la esquina y encima van y se lo creen. Pero el tiempo es para todo el mundo igual aunque tengamos muchos millones en paraísos fiscales o ferraris a la puerta de casa. Cuando acabe la representación estaran donde les corresponda. Ser vanidoso tampoco es malo del todo. Siempre hemos de querernos un poquito porque si no lo hacemos nosotros ¿quién lo va a hacer? Pero esa creencia excesiva que rubricados con nuestras palabras y también con nuestros gestos nos desgastan y al final quedamos en evidencia. Entre esas habilidades propias y de atracción hacia los demás que son como la droga que nos hace crecer y luego nos suelta de golpe se cae al suelo. Para el vanidoso todos los demás son admiradores y desde ahí se van cavando su propio desprestigio. Pero hay muchos y en los tiempos que corren se han destapado muchas cabezas de esas gorras con las que trataban de esconder sus encantos. Menos mal que la cola del pavo real es real y muy real. No esconde nada y se nos muestra tal y como es, sin necesidad de crearse ilusoriamente otro rostro para ser aceptado.