Quizás en estos momentos estamos observando lo pequeños que somos frente a este mundo que se nos ha convertido en algo enorme y que ya no podemos ni manejar. Sin voluntad nada se consigue y con los ojos puestos en el poder y el mandato poco podremos sacar en positivo. ¿Qué le ha pasado al hombre? Se ha materializado de tal forma que ya no siente ni a su propio corazón. Porque su vida ya no vive en él sino en sus artimañas por conseguir todo aquello que quiere y a costa de lo que fuere. Que lejos vivimos de la humanidad que nos rodea porque ya no sentimos como nuestros a los demás hombres. Códigos y cifras numéricas son el alfabeto que nos condiciona por poder seguir adelante y no caernos de este carro llamado tiempo, cuyo destino es indescifrable porque nos hemos empobrecido y empequeñecido tanto que la criatura que hemos diseñado nos zarandea a su gusto. El hombre como tal ya no está por la felicidad y la concordia sino por el frío proyecto de una sociedad donde las pirañas se comen las una a las otras y en la cual nada puede llegar a existir si no lleva el chip incorporado para su control y desarrollo. Y todavía escuchamos que pronto todo será como lo dejamos. ¡Ilusos hombres pensantes! Los pasos andados se han ido borrando del sendero y la humanidad ha sido la escoba.