
Todavía cuando vamos por la calle nos tropezamos con algunos balcones o escaparates donde los arcoiris siguen brillando con tanta nitidez como al principio. Estamos a meses luz desde que se declaró la pandemia y parace que el tiempo no se ha movido un ápice; seguimos igual o peor que aquel fatídico mes de marzo del 2020. ¿Qué está pasando?. Nos encontramos más perdidos que nunca y bastante màs lejanos a aquellos dibujos que salpicaban las calles con el eslogan «Todo va a salir bien» , pero ¿cuándo?. La picaresca y la mala praxis para ejecutar un plan que facilite la reduccción de contagios está falta de disciplina y reajuste. Hoy la vida nos está dando muchas lecciones pero aprovechamos muy pocas de ellas por nuestro egoísmo y falta de ética. Quizás es el momento de saber quiènes son los verdaderos valientes de toda esta contienda, nuestros mayores. Por supuesto que todos aquellos en cuyas manos depositamos nuestra salud son a los que la humanidad deberá mucho por el esfuerzo y la coordinación. Protegerlos mediante la vacuna es lo principal en estos momentos. Ellos saben muy bien a lo que se enfrentan y no han dudado ni un momento comenzar a protegerse. Pero sin lugar a dudas son ellos los más «valientes». La esperanza que irradian sus miradas al verse protegidos para volver a abrazar a los suyos no tiene precio. Han permanecido tras los cristales de las residencias viendo pasar las horas, contemplando a los nietos que desde la calle han mandado besos a sus abuelos. Ahora el aplauso debe de ser para estos valientes que nos están dando lecciones de vida y de cooperación mientras el mundo se ensarza en conflictos políticos y en buscar esa estabilidad efímera que una vez más hemos comprobado que no existe. Y como bien diría Thoureau «El tiempo no es sino la corriente en la que estoy pescando». Lo demás es humo que se escurre entre nuestras manos. Preservar la vida es la acción más importante de la humanidad.