
La ética, el alma de paisaje que se alimenta de los valores que demandan nuestro compromiso más incondicional. Pero muchas veces no somos capaces de permanecer fieles a ella tratando de de asumir egoístamente nuestra imposición frente a ello. No somos nadie para cuestionar el cambio de la belleza natural de la tierra. Pero estamos crendo un ejercito de devastación que si no ponemos remadio pasaremos a estar por debajo de las piedras y despaldas al cielo. No busquemos excusas egoístas que trencen deseos de ambición y el poder se haga con llave de esa puerta abierta a la magnificencia. Entre los colores salvajes está el más suave tono de todo aquello que por ende nos pertenece a todos y por derecho nadie puede hacer lo que le venga en gana.