
Y seguimos sin entender. Tal vez escuchen tantas cosas de las que al pasar junto a ellos ni siquiera nos percatamos de lo que nos cuestinamos. Junto a esos caminos por los que discurre el viento entre sus troncos cansados se renueva a cada instante un nuevo latir de la vida en su más maravillosa expresión. ¿Nos perdonarán algún día por nuestros comportamientos hacia ellos? No hay lugar en el planeta donde la rúbrica de esa existencia impersonal nos demuestre lo contraio. Somos los pasajeros del tiempo y en esas carreteras del mundo se verifican muchos de nuestros sinsentídos y a veces pocas de nuestras virtudes. De cada uno depende que se les repete al igual que ellos lo hacen en cada sendero y en cada camino. El hombre es bruto y sus acciones son y serán las epístolas que día a día confrontan nuestra realidad. No nos oyen, pero ¿y si lo están haciendo?. De nosotros depende que la esencia de los montes contnúe abrazándonos a todos.