
No todos tenemos que pensar lo mismo o hacer las mismas cosas pero cuando existe un bien común debemos remar al unísono y en una misma dirección. En la vida hay que saber cuestionar nuestros problemas y también armonizar nuestras actuaciones, ya que de lo contrario el caos se nos vendrá encima y no lograremos ni el más pequeño de nuestros ideales. Pero el hombre se ha venido acostumbrando ha hacer de su capa un sayo y de imponerse a todo aquello que le manipule o le intente atrapar. El respeto ya casi ni existe en nuestra sociedad y tarde o temprano nos va a pasar factura sin que podamos ya remendar lo descosido. La palabra ibertad es el amuleto que todos cargamos bajo del brazo para evitar comprometernos con las causas justas y humanas haciendo de nuestra conducta negacionista la rumba para llamar la atención. Sólo que cuando el león despierta no tiene consideración con nuestras actuaciones y actúa como esa verdad que intentamos ocultar para sentirnos más poderosos. Hay que remar con la conciencia clara y el semblante abierto para cualquier eventualidad. Si no el barco puede encallar y hundirse irremediablemente. Las formas de razonar de cada uno tienen la llave para causar mal o procurar el bien. Dependerá únicamente de si estamos dispuestos a usarla convenientemente.