
¿Cuántas veces nos hemos plantado ante una decisión importante en la que nos jugamos nuestra felicidad o vivir un sueño que hemos ido alimentando desde siempre? Yo me adelantaría a decir que infinidad de veces hemos tenido los pies al borde de ese paso que nos haga cruzar el umbral de nuestra falta de decisión. La línea que divide el bien del mal pasa por el centro mismo de corazón de todo ser humano y quién está dispuesto a destruir un sólo fragmento de su propio corazón? Lo que no se hace de forma consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino y solemos arrepentirnos de aquella decisiones no tomadas cuando han estado a nuestro alcance. Ahora o nunca debería ser la prioridad frente a esa incertidumbre, miedo o indecisión que nos retrae. Ttodo lo que reprimimos nos debilita hasta el momento que descubrimos que también constituía una parte de nosotros. Poseemos algo muy importante que apenas le damos importancia y es «el poder individual» que tenemos para decidir por nosotros mismos lo que realmente queremos alcanzar. Aprovechar nuestros defectos para valorar nuestra toma de dicisones y cruzar esa línea tras la cual nuestro instinto nos invita a pasar.