
La fugacidad de la vida es el compromiso que todos tenemos para con ella. A veces la apreciamos tan poco que no somo lo suficientemente sensatos para darnos cuenta de que se trata del mayor legado que uno tiene. Protegerla es nuestro deber y también proteger la de los demás con nuestras acciones porque mientras no nos respetemos a nosotros imagina que podemos hacer con la de los demás. Nos sometemos a diario con la insensatez de quienes están tan vacíos interiormente que no hallamos respuesta a esas acciones que nos llevan irremediablemente a esa falta de respeto por la vida. La futilidad está hoy en día en manos de quienes a diario luchan por salvar muchas vidas y sin embargo muy pocos reconocemos esa labor. Ese tratamiento o terapia que consiste en proveer un beneficio a alguién que sufre y que tiene pocas posibilidades de recuperarse. Pero sin lugar a dudas alguno no entienden esa labor por luchar contra lo desconocido y a costa de lo que sea. No sabemos si esta sociedad tan mediática será algún día responsable de tanta locura desenfrenada a la hora de divertirse porque la vida vale mucho más que un botellón o que una descontrolada diversión que puede acabar con un final no tan felíz.