
«No se nace mujer, se llega a serlo», fueron palabras que en su día pronunciaba Simone de Beauvoir, una de las primeras mujeres que rompía una lanza en favor de la mujer. Hoy en día todos se lanzan al ruedo para salir en la foto. Cuando no hay nada hay buscar algo para que seamos ese centro de atención que talvez lo que menos nos importa es el fin hacia el cuál estamos manifestándonos. Las dos caras de una misma realidad es la expresión que ha tenido la humanidad desde siempre. No es lo mismo ser un emigrante subsahariano que un éxido que huye de la guerra y que nos conmueve a todos. Las baras de medir nunca han tendio la misma longitud y por muy empecinado que esté el mundo será bien difícil conseguir el equilibrio. Sólo se barre para la casa propia y cada vez nos estamos aislando del mundo. Celebramos el Día de la Mujer y solamente se salle a la calle a gritar y pasar un ratito. Después ya nadie se acuerda de ese compromiso. Mujer se es todo el año y aunque se quiera ser progresista de todas se carece de lo más importante «llegar a serlo». El gran vacío existencial nos muestra su cara más cruel en los momentos de angustia y de miedo. Estamos ante el éxodo de una guerra sin piedad y dónde las mujeres son las que deben salir con los hijos a cuestas. ¿Dóde está la igualdad?. Muchas habrán que serían capaces de cambiar ese rol establecido (negociar, dirigir, etc.) y sin embargo nadie les ha preguntado. Por otro lado aquellas que desean cooperar en trabajos humanitarios procuran que su silencio y su buen hacer logre lo que muchos ni tan siquiera lo habrían intentado. Dejémonos de panfletos baratos. La mujer no necesita nada, únicamente serlo. Quizás muchos de los empoderados se llevarían las manos a la cabeza, aunque les costaría reconocer su fracaso.