
«El camino de la verdad solo está abierto para el que carece de intenciones» Agónicas son las horas de un ser humano cuando sabe que la amenaza está exenta de condiciones y puede volver a causarle un daño irreparable. Los que dicen saber la verdad son los más ignorantes y el conocimiento al que arañan para hacerse notar es tan burdo que se están retratando en cada palabra, en cada gesto y en todas las decisiones que desean llevar a cabo. Nada importa si a tí es al que han violado y vives a escasas calles de tu violador. La agonía de tantas personas que han visto truncada su libertad y que hoy con la ley «sólo sí es sí» nos remite a los ancestros de una sociedad enfermiza y decadente donde los condenados gozan de favores y las víctimas deben seguir tras la ventana por miedo a que vuelvana hacerles deño. Quién redime todo ese mal que hoy se juzga pero que muy pocos se han levantado frente al Ministerio de Igualdad para arrancarle una disculpa y la revocación de dicha ley tan nefasta a la señora ministra? Nadie, tristemente nadie es capaz de hacer propio, aunque sólo sea por dignidad, una reivindicación a favor del cumplimiento total de las penas. Se ha perdido mucho en este camino. Demasiadas mujeres asesinadas, miles de niños que han sido violados y jamás hemos visto a aquellos que promulgan esas leyes retorcidas y purulentas estar a la altura de las circunstancias. Desgranando improperios, exaltando la soberbia y declinando en gestos y actitudes dictatoriales como baza ante su ingonancia. Horas agónicas y decisiones enfrentadas que ya se desparraman en nuestra sociedad como aguas residuales en un tiempo de convulsión y zozobra. Pero en este camino las intenciones sí están a la vista.