
Las ciudades avanzan pero no todas hacia una mayor evolución para acercarse al mundo y diseñar un futuro acorde con el progreso. Otras por el contrario intentan subsistir de mala manera haciéndo más ricos a los que ya lo son y más pobres a quienes se dejan la piel intentando arañar una vida mejor. Nada es lo que fué de esta ciudad vasca Bilbao, que ha conseguido abrirse paso entre resquemores, envidias y toda una serie de dejación y condena que la hicieron durante muchos años la capital oscura y llena de humo. Los altos hornos de Vizcaya y toda una sucesión de pasajes la condicionaron frente al mundo hasta que ha logrado conseguir ese estatus de gran ciudad a la vez que envidiable al que acudimos cada vez que deseamos pasear por sus calles y saborear sus costumbres. Sus puentes sobre la ría son las pinceladas de una composición moderna y melancólica a la vez que hace resurgir toda su esencia.

Y aunque nada es lo que fué hoy en día la ciudad de Bilbao puede sentirse orgullosa de haber renacido del humo y la sombría nostalgia con la que el mundo la conoció.