Ansiedad climática

Nos sorprendemos con el cambio de temperaturas y también nos entristecemos al ver como la tierra convulsiona frente a nosotros. Igual que todos los caminos van al mar la naturaleza se abre camino en ese afán de sobrevivir pero ahora parece que le está costando más que nunca. Buscamos soluciones de un día y sin embargo los días son como espadas que hacen mermar el equilibrio del clima. Nos llenamos la boca cuando somos capaces de reciclar los residuos domésticos para luego coger el coche e ir hasta la esquina ocupando éste con un solo pasajero. ¿Qué estamos haciendo? Nos hemos vuelto tontos de narices o por el contrario vamos dando palos de ciego a ver como podríamos componer esta estructura maravillosa y perfecta que se llama «tierra». Las aguas cristalinas de ese pequeño estanque son para este pato un ecosistema maravilloso donde vivir porque se siente protegido. ¿Cuántos habrá que no tengan tanta suerte? El fuelle de nuestro planeta se resiente ya demasiado y nos lo está haciendo verlo por todas partes, pero continuamos haciendo de nuestra vida algo egoísta. Y es que todo tiene un final cuando no hay calidad ni respeto. Los volcanes se revuelven bajo tierra y los corazones de magma estremecen a aquellos que siguen a diario la evolución de dichos movimientos. La secura de la tierra está presa de esa ansiedad climática que poco a poco irá devorando cosechas, montes y refugios para tantos seres vivos que hoy por hoy miran con miedo. Nos sorprendemos y poco hacemos, solo planificar nuestras escapadas de diversión para que luego quede como siempre nuestra huella; suciedad, abandono y olvido. ¿Qué queremos entonces?

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