Por la boca muere el pez. Y el hombre por sus palabras. Amarga le está saliendo la victoria a muchos que, con muy buenos propósitos se han visto a la cabeza de una demanda social que pedía a gritos un cambio. Lo escrito siempre queda escrito a pesar de los años que pasen. Las intenciones a veces nos juegan muy malas pasadas ya que son estas las que nos empujan al vacío en la más inverosímil de las situaciones. Mentes pensante vacías de sentido común. La miseria humana todavía se encuentra en pañales y por ahora no se le ven brotes verdes de recuperación. Seguimos siendo los mismo de siempre aunque hayamos cambiado porque que donde no entra nada fresco siempre deseamos hacer nuestro lo que otros hicieron para hacernos más progres, pijos, listos e intelectuales de pacotilla. ¿No hay una pizca de raciocinio en la mente humana? Todavía nos quedan muchos trechos que cruzar y muchas glorias por conquistar porque no hemos avanzado en nada. La suspicacia es una arma y la sabemos usar muy poco, tanto que ni tan siquiera nos dimimos cuenta de remendar lo publicado antes de presentarnos a un cargo público. Vanagloriarse del mal ajeno solo denota una mente pequeñita y hueca porque en los juegos y las parrafadas se fecundan muchas de nuestras conductas posteriores. ¡Cuidado que en los cestos de esas buenas intenciones siempre se puede esconder algo que nos amargue la existencia para siempre. No todos son huevos de corral, algunos van disfrazados. Confío en que «la justicia» sea justa y los caminos se mantengan tan transparentes como todo lo que se ha venido pidiendo.