Llegó el día de San Juan y con él los paseos, la playa, el baño de las cabras y las hogueras. Famosas noches del día 23 de junio con los amigos entorno a las fogatas. La ropa se te quedaba hecha una pena del olor a brasas, pero era así y lo pasábamos bien. A partir de ese momento los días tenían otro encanto. No habían horarios y las aventuras se encontraban a la vuelta de la esquina. Eso sí tampoco habían ordenadores ni teléfonos móviles, porque no hubiera sido lo mismo. La comunicación, la relación, el intercambio de libros, juguetes, experiencias llenaban nuestros días de verano. Eso no volverá porque a pesar de toda la tecnología nos hemos olvidado de vivir, de sentir sensaciones y de hacer de nuestros días de vacaciones un encuentro, una etapa en nuestra vida y, sobre todo, un crecimiento personal que nada nos lo puede hacer sentir. Y entre pitos y flautas se acabó ese día en el que nuestra mirada no supo ver aquella mágica luz sin pensar en otras cosas. El humo de aquellas hogueras voló alto y se perdió entre las nubes. Las brasas quedaron en silencio y las noches de San Juan se viven de otra manera bien distinta. Los gallos de corral deambulan por los barrancos posando para el objetivo de algún curioso que lo descubre por casualidad, porque ya se ven muy pocos. Su canto amanece en las mañanas pero muy lejano. Es una cosa casi inexistente, lo mismo que el croar de las ranas en los estanques. Un tiempo de color que ha adquirido la consistencia de esa lucha que debilita a todos y a cada uno de los que forman parte de ella. La construcción sociocultural se demanda de nuevo en nuestra sociedad porque la rutina configura este mundo sincronizado al que ya pertenecemos sin exclusión. Respetar los espacios que nos deparen un disfrute personal que nos enriquezca. Respetar la intimidad de cada uno y también sus diferencias son algunas de las asignaturas que están pendientes en nuestra sociedad actual. Y es que la vida sigue y con ella todo nuestro entorno. Cuando nos damos cuenta vemos cuan lejos estamos ya del punto de partido y entre «pitos y flautas» nuestro futuro estará en el aire.