¿Cuales son nuestros miedos hoy? Cierto es que los conocemos pero nos resulta un tanto embarazoso comentarlos. El hombre puede ser destruido pero no derrotado y el talento de cada persona consiste en cómo vivimos nuestra propia vida. Y digo propia porque existe otra la impuesta, que nos hace mirar hacia quienes intentan manipularnos. Se acabaron la batallitas de siglos pasados. Ya no se forman aquellas organizaciones para hacer la guerra. Hoy la guerra es bien distinta y su entramados y fines distan bastante de las que escribieron nuestra historia. Pero la venganza sigue siendo igual, pase el tiempo que pase. Ese sentimiento que ha enfrentado y sigue enfrentando a países y a personas es la puesta en escena de esos pensamientos con los que pretendemos acusar a los demás de nuestros actos. Nuestra mayor forma de ganar es no tener que hacerlo y en un mundo de seres individuales, únicos e irrepetibles las comparaciones deben carecer de sentido. No existe nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su hora y aprovecharla sin componendas ni tamices nos llevará a encontrar ese lugar, esa posición, ese encuentro que buscamos. El color del miedo traspasa las fronteras del mundo. Se está imponiendo a la fuerza para conseguir fines concretos. Otros lo reivindican por motivos fanáticos de destrucción y barbarie. En el centro de todo este el mapa donde campo existen vertientes de favor que son ahogadas por intereses de poder, mientras que otros, los más débiles, sucumben en esa batalla que deshace países, levanta fronteras y empobrece la dignidad humana. La capacidad de ser el propio pensamiento es el milagro real del que formamos parte; la humanidad.