Nada que ver tienen los acontecimientos que siembran de incertidumbre y en estos momentos en los que las instituciones se agarran a la muletilla manoseada de «no hay dinero» todo vale. Ver para creer y creerse lo que estamos viendo produce una desazón, una rabia y un mal rollo que a la larga se irá traduciendo en violencia y enajenación por parte de todos. ¿quizás hayamos ido dejando para mañana muchas de las cuestiones que hoy nos pasan factura? Nos hemos convertido en los cómplices de nuestra propia desidia y las instituciones se han acostumbrado a lamer las miserias de una labor mal hecha que nos afecta a todos. No hay remedio para hacer un volver a empezar, pero si que existen soluciones para preservar lo que todavía nos queda. Mucho o poco, eso solo depende de quienes despierten de ese letargo político en el que han estado haciendo que todo lo de los demás les resbale. Se sigue dando importancia a cosas banales y se está olvidando el servicio a las personas, la protección y la seguridad de las mismas. Exámenes médicos con una espera de años, resoluciones judiciales que ni se sabe donde están ni se les espera a corto plazo. La venta de favores recorre los pasillos de la indignidad haciendo carnada de los que menos tienen. Las ruinas de la historia de un país se ceban en los habitantes cuando otros ni tan siquiera se percatan de ello. Lamentable que todavía existan teatrillos de guiñol maltrechos y sin gracia donde ni los niños encuentren un futuro digno para heredar.