Desde el escondite de la Luna

Luna sobre Anaga

Luna sobre la copa de los árboles./HANAH VALENTÍN

La tontería se contagia y muchas  veces recurrimos a los artilugios convencionales para llamar la atención. Es un fenómeno o más bien diría yo una moda para hacernos querer, admirar o fijar los ojos de otros sobre nosotros. Pero en demasiadas ocasiones esa «tontería» entraña mucho más. ¡Cómo nos gusta ser el centro de atención! Para que esto suceda hay que ser un fuera de serie o  crear ese ambiente de intriga y misterio en torno al cual muchos se ven y se van desbordados. Fingir y negar algo que es evidente nos denota un grado de tontería supino. Pero lo lamentable de todo esto es que nos gusta y rebuscar en la estupidez mucho más. Todos nos estamos contagiando de los modismos políticos, de las expresiones obscenas, de las palabras soeces y de todo un acuartelamiento que hoy por hoy y ha sacado a la artillería a las calles. En la condición humana nada está escrito y menos aún ahora, donde se transgiversan todo tipo de reglas y comportamientos que deshacen la verdadera esencia del hombre como tal. Desde el escondite de la luna nada suele pasar desapercibido y observamos   con ello como  la humanidad está anudamos vertientes erróneas  y creando  direcciones opuestas. Volver la mirada y refugiarse en esa utópica seguridad que ya no tiene nada de segura es lo que nos vincula  en el abismo improductivo de las viejas ideas, ignorando las crecientes soluciones que pasan de largo cada día junto a nosotros. Luces y sombras que desvanecen los impulsos solidarios. A través de los árboles la luna mira desde su inmenso cielo. Abajo, la fantástica tontería burlesca de los que nunca pierden se contonea como una culebra por las redes del ciberespacio.

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