El Príncipe de Zamunda

Bandera de Playa JardínZamunda es una país imaginario que un día se convirtió en el lugar más visto en las pantallas cinematográficas. Hoy Zamunda existe, aunque no queramos porque muchos vemos reflejados en aquel personaje de ficción a nuestros gobernantes. Personas extremadamente inteligentes que se ven condicionadas por un puñado de asesores, ministros y consejeros que lo único que pretenden es sacar beneficio propio. Nada más lejano de lo que muchos creen son las conclusiones  que dichos gobernantes hacen llevar a cabo desde ellos mismos. Como si de un desfile de «gigantes y cabezudos» que sobresaliendo sobre  los demás son dirigidos desde su propia organización interna.

Y aquel Edie Murphy  que tanto nos hizo reír allá por el año 1988 se ha convertido en un icono entre las élites de nuestros país. Él solamente ponía su capacidad intelectual, mientras que todo lo demás era estructurado y canalizado por quienes estában en su gobierno. Un presidente tiene y debe tener resoluciones propias. Sin motivos para pedir permiso en cuestiones que él considere determinantes. Todo no puede estar escrito en un papel a la hora de demostrar a un pueblo quien es el que gobierna. Sacudirse de los brotes de confusión, corrupción, dichos o comentarios no es una labor demasiado digna para quien es la máxima figura de una nación. Saber dar un golpe en la mesa a tiempo puede evitar que muchos se crean lo que no son ni tampoco actúen como deseen.

La incertidumbre, el titubeo, la marcha atrás en determinadas cuestiones que debieran ser sacadas a consenso frente a los votantes son cuestiones que empañan una legislatura y emborronan una democracia. Los príncipes de Zamunda deben quedarse donde están y nuestros gobernantes ser quienes gobiernen y no sean personajes escurridizos a merced de unos pocos. Hombres y mujeres de andar por la calle y no bañarse en el río para que le hagan la foto.

Esquivar las respuestas y razonar con quienes se las demandan sin que haga falta una mordaza para no tener que responder. Señor presidente; es hora de dejarse de pillerías y mojarse más a menudo. Los gobiernos del siglo 21 han cambiado y la sociedad también. Que muchos todavía se atrevan a hacer el «Camino de Santiago» es una labor encomiable, pero no todos tenemos en mente hacerlo. Quizás algún día no muy lejano nos arrepintamos de no haber aprovechado el buen talante de una nación que le ha estado  dando muestras de confianza y esfuerzo. Mirando atrás no conseguiremos sino ver sombras y la vida merece la pena vivirla sin recomendaciones, sobornos, fraudes y miserias. Las personas extremadamente inteligentes suelen ser las más benévolas frente al interés de los demás. Termino este reencuentro con todos los seguidores del Gigante Silencioso con una frase: «En la India un solo hombre pasa hambre por los demás, mientras que en el resto del mundo, muchos son los que pasan hambre por un solo hombre»   Eso no es justo.  

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