Vivencias aquellas que jamás se borrarán de nuestra mente. Aventuras compartidas junto al mar. El padre enseña y el niño descubre tantas cosas que no sabemos saborear en el ir y venir de la rutina. Encuentros con nosotros mismos hace unas décadas atrás y que ahora conforman esa educción selecta y exclusiva de quienes pueden y han llegado a compartir con hijos y nietos. La roca, la sal, el bullicio de las gaviotas y la brisa que nos rodea. Peldaños andados y otros que comienzan. En esa virginidad de las cosas sencillas, cuyo calado es tan intenso como el abrazo del mar que arrulla esos instantes compartidos.