Octubre: su nombre deriva de haber sido el octavo mes del calendario romano. Octubre de fresca melena y de tardes entristecidas por el abandono del sol. De libros de texto y días mansos. Herramienta que va aclimatándonos por el entorno al frío invierno a la vez que nos suavizas del peso tórrido del verano. Mucho se escribe de ti y cuan pocos te conocen. Apenas hemos entrado en el otoño y todavía subyacen las estrofas del estío sobre las barcas ancladas en la bahía. Las estanterías se llenan de recuerdos y las horas de luz se resisten a hacer las maletas en nuestras ventanas. Octubre de mirada cansada y reflejos de luna que te asomas a mi ventana para hacerme un guiño con tu blanca presencia. Al borde de ese abismo de todo pensamiento encontramos la respuesta a tantas cuestiones. Acurrucada en el cuenco de esa hoja que transita por una calle sin nombre y sin pasado permaneceré abrazada a tu brisa fresca, a tus pocas horas de luz y a la silente compañía de tu mensaje. Me suscribiré en mi historia como tantas veces lo hago al llegar Octubre y perfilaré en ella tu memoria que siempre continua creando sin ancla ni fondeadero.