La vida es un laberinto y en él nos encontramos todos. Unos van y otros vienen y a veces parece que no encontramos esa salida airosa a nuestras complicada existencia. El otro día me preguntaban qué había tras la línea del horizonte. Otros mundos, otras personas que estaban igual que nosotros. Las tomas de decisión nos confunden a diario porque estamos acostumbrados a no escucharnos a nosotros mismos. Por mucho y buenos consejos que intenten darnos jamás sabrán como sentimos en esos momentos y como vemos, por nuestros ojos y nuestro instinto, lo que tras la línea del horizonte se esconde. La deconstrucción de lo viejo, erradicar lo que ya no necesitamos nos dará espacio para seguir y fuerzas llevar una vida plácida. Ver y vivir la realidad tal y como ésta es. Porque la felicidad de cada uno depende de esa libertad con la que lleguemos a ella. Estamos inmersos en una vacuidad creadora y ya no somos capaces de crear nuevos espacios, de descubrir nuevas sensaciones que no sean violencia o castigo, egoísmo y control frente a todo y a todos. Dejar que la energía fluya creando nuevos espacios, nuevos horizontes que no sean manipulados por la mano del hombre y de sus intereses. Y encontrarnos, aunque solo sea una vez en la vida mirando a ese infinito donde la línea de horizonte nos conforme ese instinto natural por el que la persona debe luchar y crearse a sí mismo.