Cuando se pierde la línea vertical de las cosas se produce ese desplome de la consistencia de algo o de alguien. Nos apresuramos muchas veces a concadenar conclusiones y sugerencias que van poniendo escollos en nuestro camino. Cuando hablamos del paraíso siempre miramos hacia arriba o nos trasladamos sin querer a lugares lejanos a nosotros. No encontramos ese algo que nos sacie ni nos conmueva tanto como aspirar a llegar a ese lugar en el que jamás hemos estado y que solo lo hemos visto en fotografía. Un paraíso puede llegar a convertirse en un infierno si no encontramos en él lo que íbamos buscado. Nada es más prudente que descubrir antes de volar a ese lugar idílico si realmente es lo que necesitamos descubrir o simplemente que nos excusamos en dicha maniobra de aventura para crearnos lo que no es cierto. No todos los paraísos son los mismos para todos. Hay quien busca encontrar ese rinconcito al final del mundo y otros sabemos encontrar ese lugar a solo unos metros de casa. Ahí está el misterio y la verdadera razón por la que debemos ser siempre nosotros mismos y no tratar de disfrazarnos con las realidades de otros. ¡Siempre se sale perdiendo!