Hoy me regocijo desde aquel 11 de marzo al contemplar tu mirada entre los árboles , sobre la hierba del jardín, en el sendero y frente al mar. A un paso de ti porque la distancia se encoge con el cariño. A mil pasos de mí porque ya no puedo cogerte las manos, pero te siento muy cerca. La luz de la primavera saca fuerzas para abrirse paso entre los nubarrones del invierno y aún así me parece más hermosa cada día. Pero te adelantabas a todo, incluso a la nueva estación. No querías perderte ese parto natural de la maravilla de la naturaleza. No por eso dejaste de rematar los hilos sueltos que quedaron en nuestras vidas y me hiciste entender con todo ello el desgarro de nuestra separación. Y cuando te digo que me regocijo lo hago con la boca bien abierta porque mis metas se van realizando y tú, donde quiera que estés, sigues siendo el testigo fiel a todas ellas. En aquella mañana se paró el tiempo en mi vida, pero el reloj siguió marcando mis pasos para seguir caminando paralela a ti, bordeando ese infinito carente de olvido.